Alvaro Oleart

Por un fútbol «normativamente más justo»

 
Lo primero que me viene a la cabeza al pensar en el deporte de rugby es la sensación de ser un deporte rudimentario y arcaico. Pero gracias a Álvaro y Gonzalo, dos hermanos a los que conozco desde mi infancia, he cambiado de opinión.
 
Mucha tinta ha sido gastada por los medios de comunicación en referencia al teatro que ha habido esta temporada por parte del FC Barcelona. No ha sido solo Mourinho y la «caverna mediática», como llama la prensa probarcelonista a la prensa promadridista, han sido también los medios británicos sensacionalistas los que han alimentado la polémica: que si Alves y Busquets son unos cuentistas, que si Pedro es un piscinero… Por otro lado, mucho se ha hablado en la última temporada acerca de si la tecnología debía utilizarse para ser más precisos a la hora de tomar decisiones arbitrales. 
 
Pues bien, estos dos polémicos temas se solucionarían rápido si algunas reglas del rugby se aplicaran al fútbol:
 
1. El teatro: En rugby, el árbitro puede parar el tiempo en caso de lesión. Esto eliminaría el teatro, pues en fútbol el teatro es utilizado para perder tiempo, mientras que si el árbitro lo detiene, hacer teatro no tendría sentido. 

 
2. Tecnología: El rugby la utiliza para asegurar el acierto de la decisión arbitral. En fútbol, se utilizaría de manera que no solo el árbitro pueda ver la evidencia de la jugada mediante las imágenes, sino que la evidencia la podría ver todo el estadio, y esto haría que la decisión fuera irrebatible. Evidentemente, no entraría tanto en el caso de una falta o un penalty, donde la decisión del árbitro depende de su interpretación, como de fueras de juego, goles fantasma o piscinazos.
 
Una vez solucionados estos dos aspectos, podríamos encontrar más elementos en los que el rugby está mejor estructurado y que podrían ser útiles para el fútbol:
 
3. El respeto al árbitro: ¿Cuántas veces hemos visto a futbolistas insultar, hacer gestos ofensivos o encararse al árbitro? Millones. Sin embargo, para aquellos que vean regularmente partidos de rugby, ¿cuántas veces habéis visto en rugby algo parecido? Difícilmente puede ocurrir esta falta de respeto al árbitro en rugby, pues el único jugador al que le es permitido dirigirse al árbitro es el capitán. Y, además de ser el único que tiene la oportunidad de dirigirse al árbitro, debe hacerlo con respeto, pues los árbitros de rugby, pese a no tener la estatura ni la corpulencia de los jugadores a los que arbitra, no tienen fijaciones a la hora de sancionar a los jugadores, a diferencia del fútbol.
 
4. La tarjeta amarilla: En rugby, la tarjeta amarilla no es sancionada como una advertencia, en el caso de que un jugador vea una tarjeta amarilla, será expulsado por diez minutos. ¿Cuántas veces hemos visto tarjetas amarillas que a la postre no han tenido ninguna utilidad? Si un delantero es sancionado con tarjeta amarilla, su equipo no se ve perjudicado, tan solo tiene que tener cuidado de no ver otra, y difícilmente verá otra, pues su ubicación de delantero le aleja de las jugadas peligrosas de tarjeta amarilla. Esta decisión haría que los contraataques difícilmente se vean frenados por las famosas «faltas tácticas», por lo que veríamos más goles, partidos con menos violencia y más espectáculo futbolístico.
 
5. La nobleza: No es una regla, es una actitud. Pese a que es bien cierto que el rugby es un deporte más violento y más bestia que el fútbol, también lo es que es un deporte más noble, los jugadores se pegarán, pero lo harán entre ellos y sin fingir.

 
Estas medidas mejorarían el deporte del fútbol, aunque su aplicación tendría sus enemigos: 
 
1. La FIFA: Una de las razones expuestas por la FIFA, y concretamente por su presidente, Joseph Blatter, para no incorporar la tecnología al fútbol es la imposibilidad de aplicar una misma normativa a las competiciones que no cuenten con el presupuesto de las principales (Champions League, Europa League, Liga Española, Italiana, Inglesa…). Pero al fin y al cabo, ¿no han utilizado «árbitros de área» en la Europa League?¿Acaso el tenis no utiliza el ojo de halcón en torneos profesionales? ¿Acaso la NBA no utiliza vídeos para las jugadas más dudosas?
 
2. La mayoría de los grandes clubes: No hace falta ser ningún premio Nobel para darse cuenta de que los árbitros suelen favorecer al equipo grande. Las mejoras planteadas, que acabarían con el teatro y la presión al árbitro, darían lugar a un fútbol «normativamente más justo». Si se concediera al árbitro el mismo respeto en el fútbol que en el rugby, sin duda los arbitrajes serían más imparciales. Por ello, menos teatro y más respeto por el árbitro darían más posibilidades a los equipos pequeños 
 
3. Prensa sensacionalista: Un error arbitral en la Liga Española contra el FC Barcelona o el Real Madrid hace correr mares de tinto. La prensa sensacionalista, ya sea la española o la británica, se nutre de criticar el teatro ajeno (difícilmente la prensa promadridista critique el teatro hecho por Cristiano Ronaldo, y lo mismo con la prensa probarcelonista y Messi), los favores arbitrales al rival, y la actitud chulesca de los rivales. Por ello, si el fútbol se convirtiera en un deporte más transparente y «normativamente más justo», las críticas sensacionalistas serían menos efectivas y su credibilidad, ya baja de por sí, acabaría por debajo del infierno.
 
A estos mismos que les interesa que nada cambie en el fútbol son aquellos que quieren que el fútbol sea debatible y polémico, quizá eso es de lo que el fútbol se trata, no de que sea justo y de que gane el que normativamente debería ganar, sino de dar la posibilidad de que uno gane por una acción antireglamentaria. La cuestión real es: ¿queremos que el fútbol sea «normativamente más justo» y más transparente? Ciertamente estas reformas quitarían parte de la salsa del fútbol, como la polémica arbitral, y, personalmente, no estoy seguro de que los aficionados al fútbol estemos preparados para estos cambios.
 
En definitiva, el fútbol podría aprender de deportes menos mediáticos y aparentemente más rudimentarios, pero no lo hará. Y no lo hará porque tiene tres acérrimos enemigos que no dejarán que eso ocurra. Si el fútbol comenzara a modernizarse y a hacerse más transparente, las entradas de la final de la Champions tendrían en los clubes finalistas a sus ÚNICOS vendedores (de las 86000 entradas que había para la final de Wembley, la FIFA tan solo repartió 25000 a cada club y puso a la venta 11000, ¿dónde son vendidas las demás?), y el próximo Mundial no se jugaría en Qatar, un estado con millón y medio de habitantes, una temperatura media en julio de más de 40º, y una nula tradición futbolística. 
 

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