El denostado Sepp Blatter solía vanagloriarse de que la FIFA, la organización que gobierna el fútbol mundial, tenía más poder que muchos países del mundo. Y razón no le faltaba. Pero, si el fútbol fuera un país, ¿cuál sería su capital?
Ese cetro se lo disputan posiblemente Londres y Buenos Aires. Ambas urbes acumulan una cantidad similar de clubes de fútbol profesional (catorce en el caso de la capital inglesa, cinco en primera división) aunque es cierto que tal vez Londres goce de una cierta preeminencia histórica. Y las estimaciones de futuro contribuyen a respaldar la idea de que Londres es la capital mundial del fútbol.
Según las últimas cifras, Londres es la cuarta ciudad del mundo en número de visitantes recibidos (solo por detrás de tres gigantes asiáticos, Hong Kong, Singapur y Bangkok) y la primera de Europa. Casi 17 millones de personas visitaron Londres en 2014, un aumento del 8,6% respecto al año anterior.
Esas hordas de visitantes acuden a la capital inglesa en busca de museos, teatros… y fútbol. La Premier League se ha convertido en una marca global, en la liga del mundo. Sus partidos son televisados en todo el planeta, sus camisetas de venden en todos los rincones del mundo. Y no hay aficionado al fútbol que visite Londres y se marche sin acudir a un estadio. El atractivo de Londres como ciudad y de la Premier League como marca han provocado una carrera contra reloj entre los clubes de la capital para hacerse con la primera posición.
Los gigantes de la capital
Cuando sus competidores ciudadanos se aprestan a arremangarse para emprender su particular odisea por el desierto, el Arsenal les puede contemplar cóctel en mano desde la comodidad de su hamaca.
El club firmó varios contratos de larga duración para financiar la construcción del Emirates y eso generó tiranteces de tesorería durante prácticamente una década. Una vez vencidos esos contratos y renovados con nuevos acuerdos multimillonarios, el Arsenal se encuentra en una posición envidiable para erigirse como el primer club de la capital.
El proceso de licitación del Estadio Olímpico de Londres estuvo plagado de controversia: Leyton Orient y Tottenham denunciaron la adjudicación del West Ham, los medios de comunicación han criticado con dureza un acuerdo que sitúa al contribuyente como principal benefactor final de la transformación de la instalación en un estadio de fútbol, y la sospecha de los sobornos ha planeado sobre la operación inmobiliaria durante todo este tiempo. Pero la conclusión final es que el West Ham gozará de un nuevo estadio para 54.000 espectadores a un precio imbatible y sin necesidad de jugar ninguna temporada en el exilio. Los dueños del club, David Sullivan y David Gold, esperan que esta operación sitúe al club entre los grandes del país.
Este mes, el Crystal Palace anunció que el dueño Steve Parish había llegado a un acuerdo con los estadounidenses Josh Harris y David Blitzer, dueño de las franquicias de New Jersey Devils de la NHL y de los Philadelphia 76ers de la NBA, para que entraran en el capital del club. El paquete accionarial de Parish se reducirá al 18%, que será el mismo porcentaje que tendrán cada uno de sus nuevos socios. Esta operación representará una entrada de 50 millones de libras en el capital del club del sur de Londres.
Se estima que la casi totalidad de ese dinero se destinará a la remodelación de Selhurst Park, valorada en unos 80 millones de libras. Aún no se conocen todos los detalles pero el objetivo del club es ampliar la capacidad hasta los 40.000 espectadores.
Considerando la entrada de nuevo capital y los planes de remodelación del estadio, el Crystal Palace está destinado a erigirse en el gigante del sur de la capital.
Desde la llegada de Roman Abramovic en 2003, el Chelsea se ha erigido en el club más exitoso de la capital. Así lo atestiguan cuatro títulos de liga, una Champions League y una Europa League en este lapso. Sin embargo, su posición hegemónica está más en entredicho que nunca.
La idea de Abramovich siempre fue levantar un nuevo estadio lejos de Stamford Bridge. El plan que estuvo más cerca de llegar a ejecutarse fue el de la central de Battersea pero finalmente un grupo asiático se hizo con esta construcción, que está considerada como patrimonio artístico nacional. La principal complicación radicó siempre en que el club no es propietario del terreno sobre el que se erige Stamford Bridge, que fue adquirido durante la época de Ken Bates por una asociación de aficionados para evitar que fuera traspasado. Así que el club no podía contar con la venta de ese terreno para sufragar un estadio en otro lugar.
Así las cosas, el club ha optado finalmente por levantar un nuevo Stamford Bridge donde se ubica el actual. Eso obligará al club a jugar durante tres temporadas en otro estadio, posiblemente Wembley.
El nuevo estadio, diseñado por el reputado despacho de arquitectos Herzog & De Meuron (autores, entre otros, del Allianz Arena y del nido de pájaro de Pekín), tendrá un coste de 600 millones de libras y una capacidad de 60.000 espectadores.
Considerando las restricciones impuestas por las normas de juego limpio financiero de la UEFA sobre la tesorería del Chelsea, esta operación puede traducirse en un prolongado periplo de estrecheces financieras. Cuando el club atraviese ese periplo, es posible que el entorno competitivo en la ciudad ya no sea el mismo.
Convivir junto al Arsenal en el norte de Londres ha resultado una experiencia penosa para el Tottenham, resignado a vivir a la sombra del gigante rojo. El flamante Emirates casi dobla la capacidad del avejentado White Hart Lane, los Gunners acumulan casi dos décadas consecutivas accediendo a la fase final de la Champions League por una sola aparición de los Spurs y así podríamos seguir. Pero Daniel Levy tiene un plan.
Ese plan pasa por la construcción de un nuevo estadio junto al actual White Hart Lane. La construcción anexa permitirá al equipo tener que mudarse únicamente durante una temporada, minimizando los costes del exilio. El estadio tendrá una capacidad para 61.000 espectadores, lo que lo convertirá en el más grande de la capital. El coste, unos 400 millones de libras.
El Tottenham no cuenta con un benefactor como el Chelsea, así que el club ya está comenzando a notar las restricciones presupuestarias. La irrupción de jóvenes como Eric Dier, Dele Alli, Harry Kane, Ryan Mason y un largo etcétera son responsabilidad compartida de Mauricio Pochettino y de las restricciones de caja, que obligan a apostar por valores jóvenes, más accesibles para el bolsillo menguante de los Spurs.
El club ya ha perforado un par de agujeros más en su cinturón y quizás debe añadir un par durante los próximos tres años. Pero una vez pasada esta época de penurias, el Tottenham podrá codearse de igual a igual con Arsenal y Chelsea.
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El segundo escalafón
El Charlton es uno de los clubes con mayor potencial de crecimiento de la capital. El club, adquirido recientemente por el belga Roland Duchâtelet, propietario también del FC Carl Zeiss Jena alemán y del Alcorcón español, tiene su hogar en The Valley, un estadio en buenas condiciones con una nada despreciable capacidad para 27.000 espectadores. Si Duchâtelet conduce al equipo hacia el ascenso (y ese es un gran “si”), el Charlton tiene margen suficiente para competir con algunos de los clubes tradicionales de la capital.
La historia del actual Wimbledon está formada por una larga y continua serie de éxitos. Después de que los propietarios se llevaran al antiguo Wimbledon a Milton Keynes y lo transformaran en el MK Dons con el vergonzoso beneplácito de la federación, los aficionados de los Dons, huérfanos de club, decidieron crear uno nuevo. El camino desde la novena división inicial hasta la cuarta actual no ha sido fácil pero sí ha sido rápido. O, al menos, tan rápido como podía ser.
Una vez de vuelta en el fútbol profesional, los Dons han recibido la aprobación para levantar su propio estadio cerca de donde se erigía el original Plough Lane. La capacidad inicial será de 11.000 espectadores pero ampliable hasta 20.000. Estos planes sitúan al Wimbledon en el segundo escalafón de los clubes de la capital, equiparado con clásicos como Millwall, Fulham o Queens Park Rangers.
Matthew Benham no solo es el propietario del Brentford sino también del FC Midtjylland danés. Benham, que hizo fortuna con análisis estadísticos y apuestas, ha aplicado en ambos clubes un enfoque científico basado en los datos. En Dinamarca, esa apuesta ha cosechado sus réditos casi de forma inmediata pero el éxito no ha sido el mismo en las Islas. El Brentford estuvo cerca de lograr el ascenso a la Premier League en la temporada 2014-15 y ese parece el objetivo último de Benham. En perspectiva, el club lleva años preparando la mudanza de Griffin Park. Su nuevo estadio, que todavía no ha comenzado a construirse por falta de fondos, tendrá una capacidad para 20.000 espectadores y contribuirá a colocar al club entre los clubes más importantes del segundo escalafón de la capital.
Algunos pensaron que cuando Mohamed Al-Fayed vendió el Fulham al estadounidense de origen paquistaní Shahid Khan, propietario de los Jacksonville Jaguars de la NFL, aquello significaba un paso imprescindible para catapultar al club hacia las más altas esferas. Un año después, los Cottagers vagaban por la segunda división. Ya desde la época de Al-Fayed existían planes para ampliar la capacidad de Craven Cottage que jamás llegaron a concretarse. Y con el club en segunda y pocas posibilidades de regresar a la élite a corto plazo, seguirán en el limbo todavía un tiempo.
Desde la aparición en 2012 del malasio Tony Fernandes, propietario de la compañía Air Asia, el Queens Park Rangers ha vivido dos descensos y un ascenso. A pesar de los grandilocuentes planes del magnate asiático, la gestión deportiva del QPR se ha convertido en objeto de burla durante los últimos años a causa de sus vaivenes y pésimas inversiones. En este contexto, no es de extrañar que el plan de mudarse a un nuevo estadio con capacidad para 40.000 espectadores en la zona de Old Oak Common esté congelado. Si un día Fernandes logra estabilizar al club en la élite y erige su nuevo estadio, el QPR podría formar parte de los grandes de la capital. Pero eso no sucederá mañana.
El Millwall lleva varios lustros intentando sin éxito desprenderse de la reputación que le ha otorgado un grupúsculo de energúmenos que siguen anclados en los años 80. Esa mala fama también ha impedido el crecimiento del club, que ha cosechado una asistencia media las últimas temporadas de unos 10.000 espectadores por partido. Considerando ese estancamiento y su actual situación en League One, el propietario estadounidense John Berylson no tiene intención alguna de ampliar el aforo de The Den, que alberga unos 20.000 asientos.
Pequeños y así seguirán
Anthony Kleanthous, el dueño del Barnet desde 1994, ha impulsado con decisión el desarrollo del club. Bajo su batuta, el club abandonó el decrépito Underhill Stadium para mudarse a The Hive, un estadio moderno con una capacidad para más de 5.000 espectadores que comparte con los London Broncos de rugby y los London Bees, el equipo femenino del club. Sin embargo, las malas relaciones con las autoridades locales han entorpecido los proyectos del club de regresar a su zona de origen en Barnet. En cualquier caso, la vocación del club no es la de crecer ni sueña con alcanzar un día la Premier League.
El Dag & Red, formado en 1992 de la fusión entre el Dagenham y el Redbridge Forest, disputa sus encuentros en Victoria Road, un coqueto estadio para 6.000 espectadores. Su presidente, Dave Bennett, nombrado hace apenas un par de años, no tiene más ambición que mantener al club dentro del fútbol profesional.
El Leyton Orient es quizás el único de estos clubes con vocación de crecer pero hasta la fecha ha fracasado estrepitosamente. El expresidente Barry Hearn manifestó el interés del club en ocupar el Estadio Olímpico tras los Juegos. Una vez conocido el interés del West Ham, Hearn propuso compartir el estadio, alegando que la proximidad a Brisbane Road, su hogar actual, hundiría al club. Tras una larga batalla judicial, Hearn llegó a un acuerdo confidencial con la Premier League para dejar de obstaculizar el traslado del West Ham. El club fue adquirido recientemente por Francesco Becchetti, un empresario italiano acuciado por problemas judicial que no parece la persona idónea para impulsar al club mucho más allá de su posición actual.