Alvaro Oleart

Quien no arriesga, no gana

 
En cualquier disciplina de la vida existen momentos clave, aquellos que determinan el éxito o el fracaso. Existen tanto en el mundo empresarial con reuniones, en los estudios con exámenes o en el fútbol en caso de penaltis o minutos decisivos, por lo que numerosos remedios milagrosos han surgido para afrontar exitosamente estos instantes en los que todo está en juego, desde hipnosis hasta drogas. Sin embargo, creo tener en mi poder la solución a este complejo enigma, y no pasa por drogas, alcohol ni curanderos.
 

Lo único que me pido a mí mismo cuando me encuentro ante un momento clave es no tener miedo a fallar. Puedo fallar, pero me incito a mí mismo a, en caso de errar, hacerlo por valentía, por arriesgar en exceso. Nunca al contrario. No tengo duda de que es un sistema útil, aunque, como todo, no garantiza un 100% de acierto. Sin embargo, en caso de éxito, e incluso de fracaso, este sistema lleva a lograr una seguridad en uno mismo que no lograrían nunca las pastillas o la hipnosis, puesto que, en caso de éxito, no estaría claro quién ha sido el artífice del éxito, si la persona en cuestión o las pastillas y los curanderos.

Lo único que me pido a mí mismo es no tener miedo a fallar

Uno puede fallar, pero mejor hacerlo por valentía que por cobardía

 
Lógicamente, mi argumentación tendrá detractores, entre los que a buen seguro se encuentra Roberto Mancini, tal y como demostraron los actos sucedidos el pasado domingo, que dicen exactamente lo contrario a lo que acabo de predicar. El City de Mancini iba 2-0 arriba dominando el partido con facilidad y contundencia ante el Fulham, pero, cosas de la vida, recibió el 2-1 en una maravilla de Bobby Zamora. Tras el gol, a «Catenaccio» Mancini no se le ocurrió otra cosa que quitar a uno de los mejores jugadores del partido y de la temporada, el ofensivo y creativo David Silva, para dar entrada a Pablo Zabaleta, un defensa. Merecidamente, fue castigado con otro gol del Fulham que significó el 2-2, aunque todavía quedaban quince minutos para reaccionar.
 
No contento con el desaguisado creado a partir del cambio de Silva, con el lógico enfado del español, Mancini la acabó de liar con los dos cambios restantes. Es cierto que dio entrada a dos hombres ofensivos como lo son Adam Johnson y Carlos Tévez, pero, en vez de quitar a dos defensas o a uno de los medio centros (Touré o Barry), los cambios fueron en detrimento de los hombres más ofensivos con los que contaba, Agüero y Nasri. Es decir, en el equilibrio defensa-ataque, el City se quedó igual de lo que estaba antes de los últimos dos cambios, y más defensivo de lo que lo estaba antes del primero de ellos.
 
El encuentro finalizó 2-2, con la consecuente alegría por parte de los aficionados del Fulham y, sobre todo, la mía. Me alegro de que los actos cobardes fracasen, porque uno puede fracasar, pero no sin antes intentar ganar con todo su arsenal. Lo peor del caso es que un empate en Craven Cottage ante el Fulham no es un resultado dramático o ridículo, puede ocurrir perfectamente. De hecho, estoy seguro de que los aficionados del City habrían preferido perder el encuentro jugándose el todo por el todo que empatarlo del modo que lo hicieron, a la defensiva teniendo muchos más recursos ofensivos que su rival.
 
Aunque parezca que éste es el fin de la historia, no lo es. Para más inri, minutos más tarde del pitido final, Roberto Mancini se quejó de la falta de mediocampistas, después de haber invertido 82 millones de libras este verano (además de fichar el último día de traspasos a Owen Hargreaves, un medio centro que ni siquiera estuvo en el banquillo), que están incluídos en los extravagantes 1000 millones (también de libras, una barbaridad) que lleva ya invertidos el jeque Mansour al frente del Manchester City. No solo no acepta el error cometido, sino que comete otro, puesto que en caso de que no cuente con más centrocampistas, la culpa es culpa. Él pudo haber invertido los 82 millones de este verano de otra forma.
 
Por eso el Manchester City este año no ganará ni tan siquiera invirtiendo 100 millones más en enero. El primer paso para triunfar es aceptar los errores, y el segundo es arriesgar, como han arriesgado Ferguson y Villas-Boas con los jóvenes este año (De Gea, Cleverley, Welbeck, Jones, Mata, Oriol Romeu o Sturridge).

Sobre el autor

Alvaro Oleart