Por primera vez en mucho tiempo, la posibilidad de que el himno de la Champions no suene durante la próxima temporada en el Emirates suena más a certeza que a hipótesis, lo que constituiría una catástrofe de dimensiones dantescas para el Arsenal. Y para colmo, a la vuelta de la esquina ya espera amenazante el Bayern de Múnich…
Wenger debe mantener la competitividad dentro de márgenes apurados
El Arsenal es de los pocos clubes con saldo positivo en compraventa
Como puede desprenderse de estos primeros párrafos, no es precisamente optimismo lo que se puede comprar estos días en Highbury-Islington. De sobras nos es conocido de lo que dispone Wenger. En el césped, un equipo competitivo con dinámicas naturalizadas, algunos nombres de primer nivel como Cazorla, Arteta o Vermaelen, alguna rutilante promesa, como Chamberlain y una serie de déficits estructurales, como en el lateral izquierdo. Fuera del tapete, también sabemos lo que tiene el alsaciano. O con qué tiene que desempeñarse. Básicamente, con la obligación de mantener esa competitividad siempre dentro de unos márgenes de costes muy apurados. Una austeridad (ahora que está tan en boga ese dichoso término) que se antepone a la posibilidad de alcanzar triunfos deportivos y que, como hemos visto en recientes ventas como las de Fábregas o Van Persie, acaba por estrangular las opciones reales de acariciar los laureles de la victoria. El Arsenal es uno de los pocos equipos de la Premier y desde luego el único de la élite (también en Europa) que cuenta con un saldo positivo en la compraventa de jugadores. En resumidas cuentas, la apuesta gunner concede prioridad absoluta a la viabilidad del modelo a conseguir títulos, muy al contrario de lo que ha podido suceder por ejemplo, en España con el Deportivo de la Coruña, que anda pagando ahora los años de barra libre.
Sucede que la sostenibilidad de este modelo, basada fundamentalmente en jugar la Champions League, empieza a fracturarse, ante el más que evidente peligro de quedarse fuera del top four de la Premier, con las consecuencias de índole económica que ello conlleva. Más aún cuando parece que los Spurs esta temporada sí semejan ser una alternativa real, fiable y con futuro (como vemos con el fichaje de Holtby). De las enormes distancias tomadas por los dos gigantes de Manchester y por el errático Chelsea respecto al Arsenal mejor ni hablamos.
Llegados a este punto, ¿qué camino tomarán Kroenke y Usamov? ¿Qué le espera al club? ¿Y a Àrsene? Difíciles preguntas y aún más difíciles de responder desde aquí, aunque el punto de inflexión está cercano. Lo lógico sería esperar una inversión más fuerte en el pero hablamos de un suceso casi tan probable como que Giroud alcance los guarismos goleadores de Van Persie o de que el propio Arsenal elimine al Bayern de Múnich. Opción casi descartada, ya que el modelo no se discute, pero al enfermo le urge una transfusión. Desde el final de aquel glorioso equipo de los Vieira, Henry, Pirès o Ljunberg y la derrota en París contra el Barça, si hubiéramos de dibujar una curva con el rendimiento del club temporada tras temporada y aunque con algunos picos, sería paulatina pero claramente descendente. El Arsenal se ha ido desangrando y perdiendo nivel año tras año.
El modelo no se discute pero al enfermo le urge una transfusión
El Arsenal se ha ido desangrando año tras año
Es aquí donde se enclava el segundo interrogante, cuya respuesta nos diría que el rendimiento del club seguirá bajando enteros poco a poco. Si en el epílogo de la generación de Henry y Vieira, el Arsenal era aún el club dominante de Inglaterra junto al United y a un incipiente Chelsea, hoy como ya dijimos, esos dos colosos están a años luz. Y entremedias, también se ha colado el Manchester City y parece que el Tottenham. Se habla y escribe mucho sobre las medidas que UEFA va a implantar en 2013 con el objeto de regular las finanzas de los clubes europeos. Unas medidas que pocos equipos cumplen tan a rajatabla y desde hace años como el Arsenal. Pero unas medidas que desde aquí intuimos que muy poco o nada van a hacer contra estos gigantes levantados en menos de un lustro a base de petrodólar (no solo en Inglaterra, también en París o San Petersburgo). El panorama para el Arsenal es cuanto menos, desalentador.
Y por último, lo concerniente a la piedra angular, aunque a la última pregunta ya sí que no podemos ofrece respuesta ni siquiera una mera intuición. Àrsene Wenger fue el artífice del resurgimiento del equipo mediados los noventa, el arquitecto de los días de vino y rosas y durante la larga travesía por el desierto iniciada en 2005 él ha sido el guía. Mantener al Arsenal dentro de unos niveles competitivos aceptables a pesar de la estrecha observancia económica es posiblemente su mayor logro. Sin embargo, lo que se viene, si no al final de esta temporada en la siguiente, es una bifurcación del sendero. El golpe de quedarse fuera de la Champions es un punto y aparte, nada será igual. Se trata de la constatación de que un modelo deportivo se ha agotado y que solo subsistirá mediante respiración artificial. Hablamos de una especie de punto de no retorno frente al cual, solo Wenger sabrá si el tremendo desgaste acumulado durante estos años (cargados de ingratitudes) es superior a las fuerzas que aún pueda conservar para seguir timoneando al club.
Más temprano que tarde, el Arsenal se enfrentará a un gran dilema, a dónde ir, qué hacer. Y cómo. Y ese futuro parece haber llegado.