Juan Antonio Parejo

Reflexiones sueltas. Sin ánimo de ofender (cap. II)

Visto el (maticémoslo con sumo cuidado antes de parecer presuntuosos) moderado éxito que tuvo nuestro primer capítulo de reflexiones sueltas, nos disponemos a ofrecer una segunda parte de ellas. Más que nada por aquello de que siempre es bueno que se hable de nosotros, aunque sea poco y bien. Sabiendo eso sí, un par de premisas imprescindibles: 

 
Visto el (maticémoslo con sumo cuidado antes de parecer presuntuosos) moderado éxito que tuvo nuestro primer capítulo de reflexiones sueltas, nos disponemos a ofrecer una segunda parte de ellas. Más que nada por aquello de que siempre es bueno que se hable de nosotros, aunque sea poco y bien. Sabiendo eso sí, un par de premisas imprescindibles: 
  • Que salvo “El Padrino”, nunca ha habido una segunda parte buena. O por lo menos comparable. Y eso que la de Thierry Henry en el último invierno,  básicamente por razones sentimentales, se acercó bastante.
  • Que una vez comencemos a tirar del hilo y a desmadejar el ovillo, nos disponemos a atacar como el Inter de Milán, el de verdad, el que siempre hemos conocido. Es decir, el de ahora. Para adelante y sin ningún sentido ni coherencia, buscando algo que ni siquiera conocemos. Aunque con personajes como Mario Ballotelli, es difícil no tirar alguna gambeta.
  • Que lo seguimos haciendo porque, tal y como adelantamos en el primer capítulo de nuestras reflexiones sueltas, carecemos del talento necesario para ir engarzando historias peculiares de personajes aún más peculiares en nuestros relatos.

Realizadas estas advertencias, ahí van algunas de nuestras últimas reflexiones post-pub nocturno sobre algunos nombres propios de la Premier League.

  • Como plumillas sedientos, nuestras crónicas y nuestros artículos estarán siempre eternamente agradecidos a personajes como Andy Carroll, una especie de Bud Spencer con botas y pelo largo. Grande, torpe, un poco zafio y muy burro, pero cómico e incluso en ocasiones, entrañable.
  • Lo dicho anteriormente nos vale, multiplicándolo por mil, para Mario Balotelli. Pero lo de Spencer se nos queda corto, habría que buscarle símiles con Steven Seagal o incluso Chuck Norris. Bueno, quizás no tanto. A Chuck solo podría comparársele con Roy Keane. Realmente, lo único en lo que nos puede sorprender a estas alturas SuperMario sería que pasara un solo de su vida día sin sorprendernos. Un genio, a su manera. Muy, muy a su manera. Y totalmente chiflado. Pero un genio.
  • Paul Scholes, Scott Parker, Mikel Arteta. Cada uno a su nivel. Cada uno con sus particularidades y características. Cada uno con puntos fuertes. Cada uno con sus debilidades. Cada uno ha sido en algún momento de su carrera puesto en duda. Pero cada uno de ellos, entre otros tantos, nos hace pensar que esto del fútbol es mucho más sencillo de lo que parece. Y no lo es.
  • Hay jugadores a los que cualquier aficionado mandaría a los reservas sin dudar. Y sin embargo, hay entrenadores para los cuales son, si no insustituibles, por lo menos sí importantes. Y gozan de minutos. Y deben de tener un talento tan oculto e indescifrable que solo su entrenador lo comprende. Por poner un ejemplo, Kieran Gibbs, quien quizás hubiese sido un fantástico sonetista en el Siglo de Oro. O un gran alicatador de cuartos de baño. Pero juega de lateral zurdo. Y en el Arsenal nada menos. Algo tendrá. Nosotros, somos incapaces de verlo. Bueno, una habilidad sí le hemos encontrado, heredada directamente de Gaël Clichy: romper offsides. Todo un especialista.
  • Todos nuestros respetos hacia el Fulham, un club verdaderamente admirable, bien dirigido y gestionado. Que desde aquel “Great escape” de 2008 no ha pasado ningún tipo de sufrimiento e incluso rozó el cielo en aquella final de Hamburgo. Sostenible política de fichajes, con pelotazos como el de Pogrebnyak o los de Jimmy Bullard y Chris Smalling. Un campo precioso, junto al mismo Támesis. Una afición estupenda, un gran ambiente, casi familiar. Sin embargo… ¿hace cuánto se le quedó pequeño el equipo del oeste de Londres a Clint Dempsey?
  • Si acaba rompiendo nuestro pronóstico y el Manchester City se queda con cero títulos, la labor que deberían encomendar a Roberto Mancini sería la de irse a sembrar patatas a Kamchatka.
  • Alex Ferguson se propuso a principio de temporada batir al Barça. Para empezar, puede comenzar por analizar los dos tremendos repasos que le infringió Marcelo Bielsa. Tendrá trabajo, eso sí. Porque parece haber aprendido poco. O nada. Desde aquí no somos nadie para dar lecciones. Pero raro es imponerse en este negocio sin una medular, digamos seria (veáse, “Ferguson y los calamares del Manzanares”). ¿Giggs-Phil Jones contra el Athletic? ¿cómo? Parece sonar a suicidio asistido. O que los ojeadores del ManU se quedaron de vinos por lo viejo de Bilbao antes de ver y analizar al rival. Nosotros lo hubiéramos hecho sin dudarlo.
  • Luis Suárez la pelea. Luis Suárez la baja. Luis Suárez se faja con centrales que le sacan varias cabezas y cuerpos. Luis Suárez dribla y sale por derecha. Luis Suárez dribla y sale por izquierda. Luis Suárez conduce por el centro. Luis Suárez provoca faltas. Luis Suárez asiste. Luis Suárez marca. Luis Suárez se llega a pelear con el mundo. Pero el mundo, a no ser que te llames Lionel Messi, gana siempre. Lo que gana Luis Suárez es el cielo. El de Anfield Road, por supuesto.
  • De haber tenido la inmensa suerte de llegar a ser futbolistas de élite nuestro modelo no sería ni muchísimo menos un Steven Gerrard o un Ryan Giggs. Para nada, para qué engañarnos ahora. Hubiésemos sido Andrei Arshavin. Totalmente. La dolce vita en San Petersburgo, Londres y vuelta a la capital de los zares. Lo dicho, Andrei, en nuestras plegarias te hayas presente.

Sobre el autor

Juan Antonio Parejo