Ignasi Subirà

Rodgers lanza al Liverpool en la recta final

El Liverpool se alzó, por 9ª vez en las últimas 12 jornadas, con el triunfo liguero en la jornada intersemanal. El equipo de Rodgers sigue, pues, con lo puesto para tratar de colarse a final de temporada en las 4 primeras plazas. Conseguir clasificarse por segundo año consecutivo para la máxima competición continental sería un aval como pocos para el norirlandés.

 
Después de que se les escapara el título de liga en el último momento la pasado temporada y de un inicio de campaña donde los pobres resultados, acompañados por un mediocre juego, se convirtieron en la tónica habitual, el Liverpool se vuelve a parecer a aquel que impresionó la temporada pasada bajo la estela de Luis Suárez. El objetivo de un entrenador de tan poderoso club, tanto económica como históricamente, debería ser mantener al equipo en la élite año tras año, y esta élite es identificada en el marco mental de muchos, incluidos los propios aficionados reds, con el hecho de recorrer los mejores estadios de Europa para poder repetir, tal vez, la hazaña que bajo las órdenes de Benítez se culminó en el Atatürk Stadium en 2005.
 
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Más allá de esta consolidación en la élite europea, quizás lo que ansían más los kopites es el título doméstico de liga. El Liverpool no se ha alzado ninguna vez con dicho trofeo en la era Premier League (la última vez fue en la campaña 1989/1990, aún bajo el nombre de First Division y a las órdenes de King Kenny), por lo que levantarla se convierte cada año que pasa en una necesidad más imperiosa. La firmeza con la que durante las últimas semanas el equipo ha avanzado para acercarse a las plazas que dan acceso a la Champions League, imponiéndose a los City, Spurs o Saints, son alentadores en cuanto a hacer del proyecto de Rodgers uno exitoso, pero estas remarcables rachas al que el equipo nos está acostumbrando desde el año pasado, siendo la de este año de doce partidos de liga consecutivos sin perder, deben verse acompañadas por una mayor regularidad durante los primeros tramos de competición.
 
De hecho, fue esta misma irregularidad la que dejó la campaña pasada a los reds en una situación de desventaja antes de iniciar el segundo tramo del curso, que se debió compensar con una extraordinaria racha de victorias para alcanzar, una vez vencido el Manchester City en Anfield, a la parte más alta de la tabla. Los números son claros en este sentido: hasta el 29 de diciembre, última jornada de la primera vuelta, el Liverpool había sufrido ya 5 de las 6 derrotas de toda la campaña, sumando 36 puntos (por los 48 de la segunda vuelta). No obstante, al rendimiento del equipo la pasada temporada se le pueden achacar pocas cosas: el equipo rompió con la decadente herencia de los equipos con Hodgson y Dalglish al mando y albiró, de más cerca que nunca, el trofeo de la Premier League. Llegados a este punto, parece claro la dirección en la que debemos preguntarnos: ¿Constituye la mejoría actual un regreso a lo que fue el equipo de la temporada 2013-14?
 
Preguntándonos primero por la mejoría de estos tres meses, parece que el consenso en este sentido se encamina hacia el acentuado cambio de sistema de juego que Rodgers emprendió allá por mediados de diciembre, usado en primera instancia para reaccionar ante la ventaja en el marcador del United en el partido de Old Trafford. Esta modificación táctica se atisbó como claramente satisfactoria al menos en lo que a lo creativo se refiere, supliendo mediante la acumulación de jugadores ofensivos la carencia en la generación de ocasiones de gol. De hecho, la segunda parte de ese partido es recordada por todo red, probablemente, por la soberbia actuación de De Gea en la segunda mitad, indicador del peligro que creó el equipo.
 
Este sistema fue progresando, correlativamente con su asimilación por parte de los jugadores y la memorización de los sucesivos automatismos, hasta dotar de un equilibrio defensa-ataque inusitado en toda la temporada red (e incluso durante el gran año 2013-2014, donde parecía que el equipo muy a menudo era incapaz de controlar el partido a su antojo). Pivotando con Lucas Leiva, la medular parecía capaz de sostener las embestidas de los equipos rivales para no dejar a una defensa aún insegura desprotegida ante jugadores de ataque, en el primer partido en el que se probó este sistema desde el inicio, como Giroud o Cazorla, para posibilitar un empate que una semana antes, vista la fragilidad del sistema defensivo ante el United, hubiera sido impensable. El nuevo orden, además, del 3-5-2 vino acompañado por una enfatización del orden y del equilibrio en el equipo.
 
En este sentido, parece que Rodgers ha asumido que la baja de Suarez elimina la ventaja que genera en el equipo la pseudoanarquía con la que Sterling, Sturridge y el uruguayo se movían arriba en la campaña anterior (a los que se sumaba en la medular Philippe Coutinho) y ha preferido priorizar juntar las líneas del equipo alrededor del medio campo y trabajar sobremanera la defensa posicional, asegurando a su vez la zona central del ataque rival mediante el uso de tres centrales. En el centro de la medular, con los partidos se empezaban a reducir esos espacios aptos para la recepción de mediapuntas rivales que habían hecho tanto daño durante la primera vuelta a la zaga, peligro acentuado por la lentitud de los centrales hasta el momento emprados (notablemente Lovren y Kolo Touré), al tiempo que se plantaba una línea de cinco defensores en situaciones de ataque posicional del rival que limitaba sus opciones de acercarse a Mignolet. En este punto es de justicia destacar dos nombres por encima del resto: Emre Can, todo un portento físico reconvertido por Rodgers en central, donde se desenvuelve a las mil maravillas, y Simon Mignolet, que parece haber recuperado la confianza perdida durante la primera vuelta y que se acerca al mejor nivel (sino lo ha alcanzado ya) desde que aterrizó en Liverpool hace ya año y medio.
 
Todo esto sin comprometer, por otro lado, el potencial ofensivo del equipo, gracias a la incorporación de carrileros de suerte tan ofensiva como Lazar Markovic, Alberto Moreno, o, ya entrado el mes de febrero, Jordon Ibe, que deben llegar tanto a colocarse como laterales en la defensa de cinco como extremos que aporten alternativas en un ataque que hasta no hace mucho estaba escaso de ideas. El partido del Tottenham en Anfield es el paradigma de este cambio personificado en la figura de Jordon Ibe, que recuerda en su desequilibrio a aquel primerizo Sterling de la 2011-2012, al que además le suma, valiéndose de su buena capacidad física, de un intenso trabajo defensivo.
 
Siguiendo con la vertiente ofensiva del nuevo sistema, Hendo mejoró notablemente su contribución en la distribución y en la llegada y Gerrard adelantó su posición para dar cabida a Lucas como mediocentro posicional, ofreciendo un rendimiento más que notable que se vio cortado por su reciente lesión. Arriba, Sterling, en su flamante posición de falso nueve, y Coutinho seguían haciendo de las suyas, cada vez más y mejor acompañados por el bueno de Lallana y por Sturridge, en cuanto empezó a reaparecer tras su lesión, aunque sus apariciones aún no son asiduas.
 
A grandes rasgos, pues, parece difícil afirmar que la mejoría del equipo se ha debido a un retorno a la esencia del año pasado. Más bien al contrario: Rodgers se ha visto obligado a reinventar el equipo tras ver cómo la versión 2.0 de su Liverpool sin Luis Suárez no era suficiente para competir en lo más alto. No sólo en el esquema de juego, que a veces es lo de menos: con el 3-5-2, por ejemplo, Brendan podría haber optado por un carrilero puro y un lateral posicional (del perfil de Manquillo, quien ya no cuenta para el norirlandés en esta formación), descolgando un mediocentro en la zona de mediapuntas y poniendo a un nueve puro (como pudiera ser Balotelli), dejando un equipo, pues, parecido al del año pasado, sino que son las ideas que advertimos detrás del comportamiento de los jugadores.
 
Rodgers ha dado un paso hacia la construcción de un equipo realmente competitivo en todas las situaciones, puesto que es más adaptable a las diversas situaciones posicionales de los partidos, empieza a mostrarse como realmente fiable en contextos de adversidad y parece que es menos sensible que el año pasado a la rotación de los jugadores más importantes (el Liverpool de este año no ha estado, precisamente, exento de lesiones). Además, el equipo se ha fortalecido en casa y sigue mostrando ese punto de picardía que el año pasado nos enamoró fuera de casa (aquí viéndose quizás la mayor semejanza con ese equipo), con ataques dinámicos y profundos, pero sabiendo además cuándo hay que adormecer el partido e, incluso, replegarse de forma efectiva.
 
En términos estrictamente resultadistas, más allá de las sensaciones de solidez del equipo, los últimos marcadores avalan también el nuevo sistema, como hemos comentado al inicio. El Liverpool es el mejor equipo de la Premier League en este 2015, gracias a lo cual la zona Champions está a un paso; además, está en cuartos de la FA y hubiera estado en la final de la Capital One si no fuese por el partidazo que Thibaut Courtois realizó en Anfield.
 
Las perspectivas pues, son muy buenas para los reds sobretodo en cuanto a su futuro a medio plazo se refiere. El ritmo del equipo en esta segunda vuelta es el adecuado para competir por el título, con un modo de juego que se antoja como estable y competitivo y con múltiples jugadores tomando el timón, por lo que, si esta progresión no se ve cortada parece razonable considerarlos candidatos a todo en las campañas venideras.
 

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Ignasi Subirà