El pasado sábado no se escuchó el toque de corneta del equipo visitante. Anfield acogía el primer partido de la Premier League en su vigésimo segunda edición. Liverpool vestía su rojo particular, más importante para muchos que el del modista Valentino. Mientras tanto, el Stoke City apareció sin lustre, sin impresionar demasiado, independientemente de jugar como visitante en un estadio calentado desde “The Kop”. Eso ensombrece hasta al más pintado, la verdad sea dicha.
Salieron al tapete y no había maniobras ni estrategia definida y, tampoco, eran tan altos como lo eran antes. Era un once parecido al de años anteriores porque Mark Hughes, su nuevo técnico, quería seguir con la idea del anterior entrenador. Y es que Tony Pulis quizás se llevase con él ese carácter castrense, a pesar de que salieron con contundencia en Anfield -hay cosas que no cambiarán nunca-.
El Stoke adoleció del toque militar de Pulis. Hughes tiene otro pasado
Convirtió la visita a Stoke en la prueba de fuego de todo equipo
Los Potters tienen menos encanto desde que Tony Pulis no dirige la nave del Britannia, hay que reconocerlo. Es como si en la “Chaqueta Metálica” no estuviera el sargento de artillería Hartman. Nadie le rompería “los huevos” al soldado “Patoso” para ser competente, aunque éste se volviera loco.
Pulis es un estratega metódico e impetuoso a la vez. Tenía sus sistemas y los aplicaba dentro del campo. Construyó, para ello, un equipo que se ajustase a sus exigencias. Fútbol ortodoxo para los ochenteros, jugadores que superaran el metro ochenta de estatura –ahora tiene una media de altura de 1,86 metros y llegó a ser uno de los más altos de Europa– y jugadas a balón parado como método de supervivencia del equipo, independientemente de su efectividad. Tenía un concepto claro de lo que deseaba y lo aplicó durante siete años en su segunda etapa al frente del equipo.
El Stoke City adolecerá de ese toque militar porque Mark Hughes goza de otro pasado. Seguramente, Tony Pulis era el Stoke y viceversa. Se necesitaban mutuamente pero todo nunca es eterno. Desde que ascendió a la Premier League por primera vez en la temporada 2008/2009, no ha bajado del décimo cuarto puesto (14º) y no ha subido más del décimo primero (11º). Lo convirtió en un equipo de mitad de tabla y allí se parapetó. Seguramente, sabía de las limitaciones de su equipo, orientadas sobre todo a jugadores de poca imaginería, creativos por antonomasia. Son el punto de inflexión en numerosos equipos pero quizás serían insurrectos para Pulis. La rebeldía podría suponer la deserción porque adolece de una seguridad plena podríamos suponer.
Echamos de menos a Tony Pulis y solo ha pasado una jornada. Era diferente, antiguo y siempre decías con su equipo: “Esperad, que tenemos que jugarnos los tres puntos en el Britannia”. Su búnker se tornaba inexpugnable y sus soldados parecían mucho más altos. Sin Pulis, el Stoke parece un civil más.