Y en efecto, durante el domingo 1 de septiembre de 2013, el verbo se hizo carne y puso fin a meses y meses de culebrones, rimbombantes titulares, tortuosas negociaciones, interminables flecos y días claves. Gareth Bale dejó el Tottenham y marcha a Madrid en lo que se constituye como el segundo fichaje más costoso de la historia, según voces procedentes del Real Madrid. O en el más caro, si nos atenemos a fuentes procedentes de las Islas, probablemente más fiables. Pero intentemos ir más allá del baile de cifras y las presentaciones faraónicas e indaguemos en qué le depara a cada una de las partes involucradas en uno de los movimientos del último decenio.
Bale tendrá que pugnar por un puesto que se antoja muy caro
El Madrid se lleva un magnífico jugador que no necesitaba
Al galés le espera uno de los conjuntos en liza por el cetro europeo y mundial. Un equipo donde podrá volver a mostrar todo su vasto repertorio, ya que tradicionalmente ha gustado del contragolpe y las transiciones rápidas y que debería ajustarse perfectamente a sus características, aunque Carlo Ancelotti parece haber introducido un matiz de sosiego que lo aleja un tanto del fútbol relámpago de Mourinho. Gareth será titular, pero eso sí, tendrá de pugnar por un puesto que a primera vista parece estar muy caro: futbolistas tan distintos pero de primer nivel como Isco o Ángel Di María no le permitirán relajarse ni un segundo. A Gareth le espera todo eso y unos emolumentos bastante más jugosos, por supuesto.
Lo que el Real Madrid recibe todos lo conocemos. Un auténtico astro, demoledor, de los que son capaces de ganar partidos embarrancados con una sola aparición, con el físico de un Aquiles y un cañón de gran calibre por pierna zurda. En carrera imparable, pero al que aún se le atraganta algo atacar en estático. A pesar de que con Villas-Boas Bale fue capaz de desarrollar un abanico más amplio de argumentos ofensivos, aún le cuesta un poco leer y comprender el juego en sí. Siendo simplistas, para Gareth en ocasiones parece que el fútbol se cimentase básicamente en un asunto de fuerza y velocidad. Aún así, un jugador sensacional, pese a que hablamos de un futbolista que, siendo sinceros, no era estrictamente necesario para el Real Madrid, como bien pudiera serlo otro delantero centro que apretase a ese genio tan disperso llamado Karim Benzemá u otro lateral derecho (nos cuesta mucho pensar que Arbeloa tenga nivel para un equipo como el Real Madrid). Hasta el mismo Ancelotti reconoció en privado que Gareth Bale no era imprescindible, que con lo que tenía era suficiente.
Levy se pasó todo el verano jugando con cartas marcadas
Un día deberíamos averiguar en qué diván quedó relegada la ética
¿Y el Tottenham? Que básicamente es lo que más nos ocupa (dejemos los dos anteriores aspectos a la abrumadora prensa deportiva española). Fiel a sí mismo, Levy arrancó de Florentino hasta el último penique que pudo en un traspaso que desde luego está por encima del valor real del futbolista (llámennos tribuneros, pero no creemos que ningún jugador valga ese dinero y Bale desde luego que tampoco). Recordemos la formación y procedencia de Daniel Levy: economista licenciado con honores en Cambridge, no un propietario o un presidente de los de bufanda al viento. Un hombre que piensa en verde y que sabe agitar como nadie el árbol para que caigan las manzanas. En este caso las libras. Y vender a un jugador en el momento en el que te ofrecen una cantidad superior a su valor real es de manual. No queda ahí la maniobra de Levy, sino que ha sido capaz de colocar a Florentino Pérez entre la espada y la pared, demostrando que en todo momento el timón de las negociaciones lo llevó él, en una maratoniana partida en la que el dirigente inglés jugaba claramente con las cartas marcadas. Finalmente, casi a última hora y con el riesgo de quedar en ridículo (más aún desde que a finales de mayo el Barça se llevase a Neymar, uno de sus sueños húmedos), a Pérez no le quedó más remedio que tirar de chequera. Y de qué manera. Todo ello después de alimentar una conducta tan poco loable como alentar al jugador a que se rebele contra quien le paga, deje de entrenar y se tome unos días de libre excedencia en Marbella. Muy parecido a lo que hizo con Luka Modric, por cierto. Algún día habría que buscar en qué diván quedó relegada la ética en el mundo del fútbol o en que rincones aún se conserva. Nos tememos que se pueden contar con los dedos de una mano.
La pelota que queda en el tejado es qué hará el Tottenham con la hucha llena y como manejará esta situación, especialmente después de que el Chelsea le arrebatase a Willian (¿otro mediapunta, Jose?), que sonó como el más inmediato reemplazo para Bale. Eso sí, Soldado, Chadli, Lamela, Eriksen, Chiriches, Paulinho y Capoue suenan muy bien y se unen a un plantel completísimo, de calidad contrastada y moldeado a gusto de Villas-Boas, para quien ya no se contempla la opción de perder otro tren con destino a la Champions League. Si económicamente la venta de Gareth Bale es un éxito con mayúsculas, hay que ver cómo se gestiona ese logro en la parcela deportiva. La sensación es que con el galés, los Spurs tenían un equipo que podía competir con Chelsea y los equipos de Manchester y para decir adiós de manera definitiva a sus archirrivales del Arsenal. Sea como fuere y a la espera de cómo funcionarán las nuevas incorporaciones, Daniel Levy ha cerrado una de las mejores operaciones que se recuerdan. Y es que como reza el título de la famosa película de Woody Allen, take the money and run.