Alvaro Oleart

Solucionado: que se abstengan de mantener relaciones sexuales

 
Algunos equipos llegan a la Champions League gracias a su espíritu competitivo, a su espíritu colectivo, a su inteligencia táctica o gracias a una buena política de fichajes. El City no. El City ha llegado a la Champions League gracias a su espíritu capitalista y a las millonarias inversiones del jeque árabe Sheikh Mansour, dueño del Manchester City, que, además, recibirá 400 millones de libras por su acuerdo con Etihad Airways.
 
Un caso parecido es el del Málaga, comprado por el jeque Al-Thani (que, según la cadena Ser, paga sus fichajes al contado). También el FC Barcelona, que recibirá 165 millones de dólares por la publicidad de Qatar Foundation en su camiseta; o el Arsenal, que recibió 100 millones de libras en 2004 por su acuerdo con Emirates.
 
¿Es justo?¿Es moralmente correcto? Como casi todo, depende.
 
Personalmente, mi espíritu deportivo hace que me parezca injusto que un equipo compre su participación en la Champions League con un capital muy superior al del resto de los equipos, pues no ha necesitado años de trabajo para conseguirlo. 
 
Sin embargo, mientras el reglamento permita este tipo de movimientos económicos, no es al jeque árabe al que hay que atacar. A quien hay que atacar es a la UEFA y a la FIFA. Estos organismos deberían velar por la justicia económica dentro del fútbol. Es cierto que a partir de 2013 los clubes comenzarán a tener algunas limitaciones económicas, pero, ¿qué pasa hasta entonces? 
 
Todavía recuerdo cómo la prensa se echó encima del Real Madrid cuando éstos pagaron 90 millones de libras por Cristiano Ronaldo. «Inmoral» era el adjetivo más agradable que vertían contra el Real Madrid, algo que no me parece bien. ¿Porqué? Porque los medios de comunicación son los verdaderamente tendenciosos y cobardes. Ellos saben quiénes son los verdaderos culpables, pero prefieren dirigir sus críticas hacia el blanco fácil, en este caso el Real Madrid o el Manchester City. 
 
Y es que, sinceramente, la FIFA huele a chamusquina. Ya mencioné en una de mis anteriores entradas la injusticia que me parece la irregular venta de entradas para la final de la Champions League (de 86000 entradas que había para Wembley, 25000 fueron para cada club y 11000 puestas a la venta para aficionados imparciales, ¿dónde se vende el resto?), aunque el ejemplo de la elección de Qatar como sede para el Mundial 2022 es quizá el más paradigmático.
 
Qatar es un país con menos de 2 millones de habitantes, una nula tradición futbolística y en verano la temperatura ronda los 40º, temperatura cuanto menos poco apropiada para practicar el deporte del fútbol. Por ello, Joseph Blatter, presidente de la FIFA, ha propuesto organizar el Mundial 2022 en invierno, propuesta más que polémica. 
 
Pero es que el escándalo no acaba aquí. Entre las diversas candidaturas al Mundial de 2022, Qatar tenía la calificación más baja, elaborada en base a los inspectores FIFA. Además, Qatar, entre otras cosas, es un país musulmán en el que los homosexuales que mantengan relaciones sexuales podrían ser castigados con una pena de hasta siete años de cárcel. Ante esta situación, el ingenioso Blatter tuvo una respuesta que debería hacernos reflexionar: «Que se abstengan de mantener relaciones». 
 
Todo este escándalo deja una pregunta en el aire. ¿El hecho de que los árabes estén invirtiendo tanto dinero dentro del fútbol europeo (véase el Málaga, Manchester City o el FC Barcelona) tiene algo que ver con la elección del Mundial 2022? 
 
Por último, quiero dar las gracias desde mi humilde posición al señor Blatter por desacreditar el típico tópico del proceso-progreso (que a lo largo de los años la civilización va a mejor), tópico del que estoy totalmente en contra. Ahora que se supone que somos «libres», ¿los homosexuales solo podrán mantener relaciones sexuales sabiendo el riesgo que tienen de ir a la cárcel? 
 

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Alvaro Oleart