Siempre que asisto a una boda, no puedo olvidar recordar la famosa cita de Woody Allen sobre estos eventos: «Algunos matrimonios acaban bien, otros duran toda la vida». Este fin de semana me vino una vez más a la mente.
Esta vez, el compromiso me llevó hasta Santiago de Compostela, la capital de Galicia, conocida principalmente por su maravillosa catedral y por ser destino final del Camino de Santiago. Pero para los aficionados al fútbol, Compostela trae a la memoria dos momentos imborrables que se produjeron a mediados de los años 90, cuando la SD Compostela jugaba en Primera División y era el máximo exponente del fútbol gallego. Pero antes de rememorarlos, es necesaria una pequeña introducción histórica al club.
La SD Compostela, creada en los años 60, pasó la mayor parte de su historia hasta los años 90 entre la Tercera División y la 2ªB. Pero entonces apareció la figura de José María Caneda, que accedió a la presidencia del club en 1990 y emprendió una gran reestructuración, comenzando por el fichaje de un nuevo entrenador, Fernando Castro Santos. En la temporada 1989-90 regresó a la Segunda División B y tan solo una temporada después, la 1990-91, logró su ascenso a la Segunda División.
El equipo permaneció en Segunda División tres temporadas, hasta que en 1993-94 quedó tercero y pudo jugar la promoción de ascenso a Primera División frente al Rayo Vallecano (donde jugaba Hugo Sánchez, por cierto), al que venció en el partido de desempate. En aquel equipo había obreros del fútbol que se labraron un nombre gracias a a su incansable trabajo, como Modesto II, Tocornal, Modesto I, Bellido, Abadía, Fabiano, Lucas u Ohen.
El Compos jugó en la Primera división española cuatro temporadas seguidas, desde 1994 hasta 1998. Tras siete años de Fernando Castro Santos como entrenador del Compostela, para la temporada 1995-96 el equipo fichó como entrenador a Fernando Vázquez. Ese mismo año el equipo firmó su mejor temporada, llegando a ser subcampeón de invierno solo por detrás del Atleti al término de la primera vuelta, y terminando décimo en la que sería su mejor temporada. Fue en ese período de gloria durante el cual se produjeron los dos momentos a los que me refería antes.
El primero tuvo lugar en marzo del 96 a las puertas de la Federación Española de Fútbol. Los presidentes de todos los clubes de Primera División se reunían aquel día con la intención de firmar un armisticio en temas como el reparto de los ingresos de televisión o la posible reducción de la Liga de 22 equipos. En unas declaraciones anteriores a la cita, el presidente del Compos, José María Caneda, había llamado «tontos» a los ciudadanos de Marbella que habían elegido alcalde a Gil. Y el propietario del Atlético dirimió a golpes el conflicto en su primera ocasión. Resguardado entre sus dos guardaespaldas, el presidente rojiblanco mantuvo una agria discusión con su homólogo del Compostela, José María Caneda, y el gerente del club gallego, José González Fidalgo, a la puerta de la sede de la Liga Profesional. «¡Eres un chorizo!», gritó Gil al gerente. Éste replicó con contundencia: «¡Y tú, un hijo de puta!». De inmediato, Gil le propinó un puñetazo en la cara. A modo de bronca callejera, Caneda, González y Gil se cruzaron una retahíla de insultos, se retaron a una pelea en solitario, sin guardaespaldas. Un excelente reflejo del lamentable estado del fútbol español en los 90 y del grupo de incapaces que lo gestionaba.
El segundo momento tuvo lugar en el Multiusos de San Lázaro, el estadio del Compos, en octubre de aquel mismo año. Eran las primeras jornadas de la temporada 96-97 y se enfrentaban un Compostela que se había ganado el respeto del resto de la categoría y un Barcelona con Sir Bobby Robson, José Mourinho, Pep Guardiola y, sobre todo, Ronaldo.
Aquella tarde, el astro brasileño marcaría su mejor gol en la temporada que vistió la camiseta del Barça, el mejor que anotó en España y posiblemente el mejor de su carrera. Recibió un balón en el centro del campo, resistió las embestidas de sus rivales, que le rodeaban, encaró la portería rival, fue cogiendo velocidad a medida que esquivaba defensas y acabó batiendo al portero. En el banquillo, Sir Bobby Robson se llevó las manos a la cabeza en señal de incredulidad ante lo que acababa de ver.
La SD Compostela todavía permanecería en Primera División cuatro temporadas, hasta la 97-98, y ya no regresó nunca más. El club sufrió varios descensos, acabó acosado por las deudas y fue liquidado tras la temporada 2003-2004, en que quedó penúltimo en su grupo de 2ªB.
El matrimonio de la SD Compostela con la élite del fútbol fue efímero pero, como suele suceder con todos los matrimonios, provocó algunos momentos álgidos que siempre recordaremos.