Las primeras jornadas de la Premier League nos trajeron varias sorpresas. En primer lugar, la debacle del Arsenal, que tocó fondo tras la humillante derrota de Old Trafford. En segundo, varias goleadas entre los equipos del «big six»: el 8-2 del United al Arsenal, el 1-6 del City al United, el 3-5 del Arsenal en Stamford Bridge, el 4-0 de los Spurs al Liverpool, el 3-0 del United al Tottenham o el 1-5 del City en White Hart Lane. En tercero, la emergencia imparable del Manchester City como la fuerza dominante del fútbol inglés durante el próximo lustro (posiblemente). Y, finalmente, la sorpresa positiva de este primer tercio de campeonato, el Newcastle de Alan Pardew.
Pero, a pesar de todo esto, tras once jornadas, la clasificación refleja la lógica impuesta por la capacidad económica. Los clubes integrantes del «big six» copan seis de los siete primeros lugares de la tabla, con la única excepción del ya mencionado Newcastle.
El Arsenal ha resucitado de entre los muertos, cortesía del holandés de cristal, Robin Van Persie. Con 28 goles en 29 partidos en 2011, el holandés se ha convertido en la referencia del equipo, liberado de la presencia de Fàbregas y Nasri. También ha ayudado el crecimiento de Ramsey y la reaparición de Thomas Vermaelen, que si no se lesiona (algo poco probable, por otro lado) enviará a Mertesacker al banquillo. Teniendo en cuenta la velocidad del alemán (o su carencia de ella), tardará unos dos meses en llegar (al banquillo, digo).
El Manchester City ha demostrado hasta ahora ser el rival a batir. No solo es el único equipo imbatido de la Premier League (junto con el Newcastle), con 39 goles a favor (una media de más de tres y medio por partido) y diez en contra, sino que ha demostrado su superioridad ante sus rivales directos. Marcó seis goles en Old Trafford y cinco en White Hart Lane. Además, el City se ha convertido en la principal fuente de comentarios humorísticos gracias a sus díscolos jugadores, lo cual siempre es de agradecer. En solo once partidos, Tévez ha firmado su sentencia de muerte al negarse a jugar y Balotelli ha incendiado su casa por tirar fuegos artificiales. Ah, y Kolo Touré cumplió sus seis meses de sanción por tomarse las pastillas para adelgazar de su mujer. Hablando de peso, otro que debería tomar las pastillas esas es Arshavin, que últimamente parece estar abusando de los blinis.
¿Por qué han habido tantas goleadas entre los grandes en este inicio?, me preguntó un amigo el otro día. Es difícil encontrar un patrón común entre todas ellas, excepto las expulsiones. El Arsenal se quedó con diez en Old Trafford, igual que el Liverpool en White Hart Lane y el Manchester United ante sus acérrimos rivales. Un dato que parece contravenir la famosa afirmación de Helenio Herrera de que se juega mejor con diez que con once (en lo que a mi respecta, creo que se juega mejor con doce). Por otro lado, varios de los grandes han estado hasta el 31 de agosto enfrascados en el mercado de fichajes para renovar sus plantillas. Excepto los dos clubes de Manchester, el resto han cambiado al menos a tres titulares este verano, lo cual requiere su plazo de adaptación.
La clave de las «urracas» tiene un nombre: Alan Pardew. Consciente del polvorín que tenía en el vestuario con Barton, Nolan y José Enrique, el bueno de Pardew vendió a los tres (además de Carroll en enero). Era un riesgo importante, teniendo en cuenta que eran tres (cuatro) titulares indiscutibles. En su lugar, trajo a media Francia: Marveaux, Cabaye, Demba Ba, Obertan. Pero el equipo ha respondido, sobre todo en defensa (solo ocho goles en contra). Para el fútbol inglés es una excelente noticia el resurgimiento del Newcastle. Solo esperemos que las «urracas» no se suiciden como suelen hacer cada vez que el equipo levanta cabeza.