El partido se planteó con una alineación llena de variaciones y con una clara prioridad defensiva con la introducción de jugadores como Ruben Loftus-Cheek, Ramires o César Azpilicueta en el flanco derecho subsanando el problema habitual del lado diestro de la zaga del Chelsea gracias a la entrada de Baba Rahman en el costado opuesto. La suplencia de Eden Hazard fue otro de los apuntes más llamativos.

 

Y funcionó. Las prestaciones del equipo de The Special One mejoraron. Tuvo las garantías defensivas de la temporada pasada. Equilibrio, orden y una gran colocación colectiva. Además, tuvo cierta creatividad ofensiva de la mano de Willian y Loftus-Cheek.

 

Para no saltarse el guión habitual del Chelsea fiable y cumplidor, los goles tuvieron su ingrediente de fortuna. En el primer gol llegó tras un fallo en el despeje de Brad Guzan, el balón fue recogido y conducido por Willian, y el brasileño asistió a Diego Costa para que marcara a puerta vacía. En el segundo, Cesc Fàbregas cedió un balón para su compatriota, Costa recortó y disparó en semifallo pero un par de rebotes acabaron por alojar el esférico por segunda vez en la portería de los Villanos.

 

En el segundo tiempo, aminoró el ritmo de partido. Mourinho retiró a Loftus-Cheek y dio entrada a Nemanja Matic. El equipo perdió creatividad y llegada pero afianzó las garantías defensivas que venía mostrando en el primer parcial. El Aston Villa tampoco tuvo argumentos ni habilidad para intentar inquietar a Asmir Begovic.

 

El encuentro no dio para más. Volvió una fiable y sólida versión del Chelsea. Con el asiduo factor de suerte pero por encima de todo con el imprescindible y orden característico de los equipos de Mourinho. ¿Será esta vez para afianzarse?