Todos conocemos al genio de los ojos de camaleón. Técnicamente, un jugador superlativo, capaz de bailar con el cuero como un Carlos Gardel y de encontrar huecos hasta en un muro de hormigón armado para filtrar pases, configurándose como uno de los mejores asistentes del fútbol mundial. Rápido de piernas pero vertiginoso de mente, exquisito en la combinación y afilado para el contragolpe. Zurdo pero siempre diestro en la toma de decisiones. Un fino virtuoso que en el Real Madrid fue capaz de añadir una mayor presencia en el área y mayor vigor físico, su principal debe cuando aterrizó en el equipo merengue, capaz de jugar por todo el frente de los tres cuartos, aunque preferiblemente en su hábitat natural: el carril del diez. Un futbolista al que ya se le intuían prodigios en aquel suicida y romántico Werder Bremen de Thomas Schaaf. Unos indicios que quedarían totalmente confirmados en el mundial de Sudáfrica, encarnando en primera persona el hermoso viraje del fútbol alemán y que supondrían su posterior llegada al Real Madrid de Jose Mourinho.
A Özil ya se le intuían prodigios en aquel suicida Werder Bremen de Schaaf
El alemán tiene un lugar reservado por detrás del ariete
Un mediapunta. “¿Otro? “, se preguntan muchos. Sí, otro. Pero perfectamente asimilable en los esquemas de Arsène Wenger. Claro que un lateral diestro o un ariete (a no ser que la racha de Olivier Giroud continúe) hubieran sido preferibles, pero el fantasista de Gelsenkirchen encaja como un guante. Echemos un vistazo a sus compañeros uno por uno y a la función que desempeñan. Quizá el más similar sea Santi Cazorla, pero el asturiano hace ya bastante que se ha instalado en la banda izquierda, como hiciera en Villarreal o Málaga, emulando de paso el rol de jugadores como Robert Pires, Freddie Ljunberg o Alexander Hleb. En lo que respecta a Jack Wilshere o Aaron Ramsey (protagonista de un sorprendente y grato arranque de temporada), su lugar estará junto al ancla del equipo, que no es otro que Mikel Arteta. De existir algún riesgo de solapamiento, sería con Thomas Rosicky, aunque el rol del checo es distinto: más agitador, rompedor y llegador. El extremo diestro tiene nombre y apellidos y no es otro que Theo Walcott. De modo que Özil tiene su sitio asegurado por detrás del ariete, siendo además el primera espada del equipo. Hábil como muy pocos para romper defensas cerradas o jugar de primeras pero al mismo con gran capacidad para acelerar el juego, ya sea en estático o a la contra, es difícil imaginar un jugador que pueda casar mejor con la idiosincrasia del conjunto de Wenger. Recordemos además que el alemán aún tiene 24 años y en teoría, sus mejores años de fútbol están por venir.
Nadie discute el inmenso talento de Özil, que parece engarzar perfectamente en el centro del campo Gunner. Y sin embargo, si su impacto futbolístico será incalculable, su repercusión en lo anímico también será tremenda, en un equipo y una afición muy necesitados de una inyección de optimismo. Más aún cuando había pocos indicios que invitasen a romper con una cierta tendencia pesimista instalada en Highbury-Islington, pese a que año tras año el aficionado del Arsenal seguía escuchado el himno de la Champions en el Emirates y viendo a su equipo por delante del Tottenham en la clasificación final. Tras tanta travesía por el desierto de la austeridad, puede que también sea un puñetazo en la mesa que los Gunners para intentar mirar de tú a tú a los cabeceros del fútbol inglés, aunque pelear por ganar la Premier League aún suena precipitado. Con todo, solamente con el fichaje del astro alemán el salto de calidad que da el Arsenal es considerable y viene a realzar la moral de la tropa, ahora capaz de encarar con más confianza el futuro y un nuevo curso en el que la pelea por la plaza de Champions parece todavía más cara que en año anteriores, con Tottenham y Liverpool como principales amenazas. Es de esperar además que la llegada de Mesut se complemente en lo sucesivo con el aterrizaje de nuevas incorporaciones de nivel que refuercen en lo sucesivo el plantel del Arsenal, todavía algo cojo en algunas zonas. Asimismo, restañe parte del crédito perdido por Wenger, tras un verano en el que pareció un niño con los ojos vendados jugando a la piñata a la hora de fichar. Y sobre todo, hace creer a los propios Gunners que hay partido y que al futuro se le puede mirar con otros ojos.