Ilie Oleart

Van der Carlos nos metió un hat-trick

 
Después de algunas semanas muy movidas en cuanto a viajes, pasé unos días en Barcelona, la ciudad donde nací y donde conservo bastantes amigos. Fue precisamente uno de ellos el que me propuso ir a jugar con su equipo de fútbol 7.

 
– Vente, nos faltan jugadores, y siempre nos irá bien un defensa central de calidad como tú – me dijo.
 
Estuve tentado de decirle que hacía semanas que no tocaba un balón y, lo que es peor aún, que desde hace un año y medio mi barriga ha emprendido un lento pero constante proceso de expansión que no parece detenerse ante nada. En lugar de eso, me limité a informarme sobre el lugar donde se celebraba el partido y algunos datos deportivos básicos.
 
– Nada, no te preocupes, es una liga muy mediocre. Todos los jugadores son de nuestra edad -se refería a mayores de 35- y de dudosa calidad. Venga, ven, que te divertirás.
 
Ante tales muestras de efusividad, no me quedó más remedio que presentarme a la hora convenida en el terreno de juego. Algunos indicios tempraneros deberían ya haberme hecho desconfiar. Uno de mis compañeros de equipo hizo alusión a una «serie de deserciones» en el seno del plantel, pero antes de que pudiera ahondar en la causa, mi anfititrión se esmeró en cambiar de tema.
 
Poco después apareció el equipo rival. Si aquellos muchachos tenían 35 años, yo soy Justin Bieber. Eran aproximadamente unos diez jóvenes que no superaban el cuarto de siglo y no parecían conocer el significado de las palabras tripa, grasa, ciática o alopecia, con las que algunos de mis compañeros parecían haber estado conviviendo desde hacía más de un lustro.
 
En aquel momento debería haberme largado aduciendo un flagrante engaño inicial por parte de mi anfitrión, pero no lo hice, cosa que tanto yo como la amplia mayoría de mis músculos lamentaríamos durante días.
 
Lo peor vino cuando aquellos fornidos y atléticos jóvenes se despojaron de sus prendas de abrigo. Para mi sorpresa y disgusto, todos ellos llevaban su nombre «futbolizado» en el dorso de su uniforme, una costumbre deplorable y cada vez más común en el fútbol aficionado. Me explico.
«Futbolizar» los nombres consiste en usar el nombre real pero darle un toque futbolístico. En este caso, el delantero centro rival lucía a su espalda el nombre «Van der Carlos». El peso del centro del campo recaía en Santiaginho y Miguellini, mientras que Manueliski imponía su ley en la retaguardia.
Lo que más me revienta de esta práctica es que no hace gracia. Es lo mismo que sucede con los nombres de equipos. ¿Cuándo aprenderán que Steaua Mineral, Estrella Coja o Coca Juniors no consiguen ni siquiera hacer esbozar una sonrisa?
 
Pero además, es una muestra más del lugar central que ocupa el fútbol en nuestra sociedad. Les invito a que se den una vuelta un domingo por cualquier campo de infantiles, alevines o cadetes. Los niños exhiben los mismos ademanes que los jugadores profesionales. El problema es que, a esa edad, no pueden discernir los buenos de los malos, así que es posible ver cualquier fin de semana a niños de menos de diez años mostrando sus habilidades dramáticas sobre el césped después de una supuesta falta dentro del área o celebraciones de gol esbozando un corazón con las manos en dirección a la grada.
 
Estos días me ha llamado la atención en Barcelona la omnipresencia del fútbol en las calles. Grupos de niñas con la camiseta del Barça y los nombres de Piqué, Puyol o Messi a su espalda, horas y horas de televisión dedicadas al deporte rey, interminables páginas en los periódicos dedicadas al culebrón de Cesc o a las vacaciones de Piqué con Shakira…
 
El fútbol es muy divertido. Tengo un amigo que siempre dice que prefiere un partido de fútbol a acostarse con su mujer (dicho sea de paso, la susodicha se da un aire a Himmler). Pero no deja de ser un deporte. Los futbolistas no deberían ser modelos de conducta ni el fútbol debería ocupar una posición central en la sociedad, a riesgo de acabar todos con el mismo peinado de Puyol, la misma fluidez oral de Messi, la tendencia a la barra de Rooney o cualquier similitud con Balotelli.
 
¡Ah! ¿Que quieren saber cómo acabó el partido? Solo vuelvan al título…
 

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Ilie Oleart